Por Javier Martín-Caro
La Conquête, Sarkozy en el tono equivocado.
La ambición de Sarkozy hasta su llegada a la Presidencia francesa hubiera podido convertirse en una gran película. Las luchas internas en el UPM, las conspiraciones por dejar a Sarko fuera de la carrera política, el control de los medios de comunicación, el fracaso de la vida personal en pos de la profesional. Todos ellos son aspectos que toca La Conquête pero, desafortunadamente, en el tono equivocado.
La película que dirige Xavier Durringer se sitúa entre los años 2002, cuando Chirac le dice a Sarkozy que nunca llegará a la Presidencia y 2007, cuando lo consigue. La caracterización de los personajes, de innegable parecido con la realidad, ayudan al espectador a introducirse en la historia, y los hechos que cuenta resultan provocadores y mantienen el interés, pero la elección de la comedia como leit motiv de la trama resulta una decisión equivocada.
Las conversaciones entre Sarko y Chirac son del todo inverosímiles, con Nikolas faltándole continuamente al respeto a su presidente, y las conspiraciones entre Chirac y Villepin no van más allá de llamarle enano al Tullido francés. Sarkozy es presentado como un hombre sin escrúpulos -no faltan razones- adicto al chocolate y los puros. Al menos la relación con Cécilia, en un hombre al que definen sus mujeres, está mejor conseguida.
La banda sonora tampoco ayuda, sacada directamente de una película de enredos, porque las situaciones que plantea, lejos del cinismo o la sátira política, ni siquiera hacen reír.
El actor principal, en un interminable monólogo sobre la historia de la política francesa en los últimos años, indicaba antes de la película que ésta había tenido cuatro reescrituras de guión. Cuesta imaginar como serían los otros tres, pero alguien debería enseñarle The Queen a Durringer para que aprenda cómo hacer un buen biopic. Desaprovechada.
La Conquête no pasó de un tímido aplauso en la sesión de tarde del Teatro Calderón.
Calificación : 5/10
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